Quiero un minuto de tranquilidad! Esto más que unas vacaciones en una casa
familiar parece una comuna Hippie, con la diferencia de que no hay ni amor libre
ni porros a tutiplén, sino gritos y cabreos. Todo es de todos, pero pobre de ti como cojas algo que no es tuyo.
Hay que pedir turno, cual pescadería de barrio, para comer. Ir al baño para
una ducha rápida o para arreglarte (momento mío propio de relax) se convierte en
una prueba del Gran Prix en la que tienes que ir esquivando por el pasillo a
abuelas, tíos, primos y demás familiares.
Lo dicho, reclamo mi momento de tranquilidad, el sentarme a escribir sola y a
gusto. Hoy estoy escribiendo esto en la BlackBerry mientras que me llevan a
visitar a ese tipo de familiares tan lejanos que solo se visitan cuando estos se casan
o tienen niños.
¿Por qué tengo que visitar a desconocidos? Porque son familia… Y así volvemos
a la idea original de la comuna hippie.
Voy a relataros ese “placer” de ir a casa de gente que no conoces y encima
intentar aparentar que te sientes en familia. Mis visitas de hoy se han dividido
en tres partes.
1ª visita: Ambiente de casa ultra cristiana con la típica pregunta en el
ambiente: “¿Y tú, Natalia, cómo vives tu fe?” A lo que dan ganas de responder:
“Pues ya que lo preguntas querida (y desconocida) familia, yo creo que mi fe la
tengo toda invertida en los Manolos que me ha prometido regalar mi novio”
Aclaro, no me importa el hecho de que sean cristianos lo que me molesta son
esas señoras (tales como mi tía abuela) que intentan convencerte de que vas por
mal camino. Oiga, señora, que yo soy atea y no voy por ahí preguntando si usted
a renunciado a Jesús y porque no lo hace!
Además, tenían toda la casa llena de cruces! Y no, no me refiero a esos
crucifijos tan monos de madera que se cuelgan en la pared, no! Me refiero a que
fijándome bien en las paredes he visto cruces dibujadas con bolígrafo, cual
exorcismo, me sentí en una película de miedo así de repente.
2ª visita: Fue una visita breve, pero con un intenso repaso de todas las
enfermedades que ha tenido mi otra tía abuela desde que perdimos el contacto
(allá por mis tres años de vida). Todo muy trágico y para que engañarnos, algo
deprimente.
3ª visita: Cuando crucé el portal del piso donde vive la prima de mi madre me
pareció entrar en un mundo de princesitas y tuti-fruti morado. No se quien fue
el interiorista que decoró ese portal, ni cuánto pagó esa pobre gente por el
trabajo, pero los azulejos morados a juego con la escalera morada a juego con
las paredes moradas me superan. Así, todo junto y tan morado, NO.
Y cuando parece que me voy a casa ya en realidad no me voy a casa sino que
vuelvo a la comuna hippie donde de nuevo me tocará luchar por mi momento de
relax en la ducha.
Creo que me estoy volviendo anti-familiar. Quiero decir, no ahora, sino todos
estos años y ahora viviendo sola. Pero en el fondo ver a todos juntos me trae
buenos recuerdos de cuando yo era pequeña y por un momento me pongo algo ñoña.
Pero solo por un momento, luego se me cuela mi prima en el baño y vuelvo a mi
estado normal de: Quiero mi pisito y mis noches de soledad!
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